Indicadores De Educación Inclusiva Para La Educación Infantil y Básica Primaria.
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A nivel mundial, se estima que 93 millones de niños – o 1 de
cada 20 entre los que tienen hasta 14 años – viven con una
discapacidad moderada o severa. En la mayoría de países
con ingresos bajos y medios, los niños con discapacidades
tienen más probabilidades de no escolarizarse que cualquier
otro grupo de niños. Las tasas de primera inscripción escolar
de niños con discapacidades son muy bajas. Incluso cuando
asisten a la escuela, los niños que sufren discapacidades son
más susceptibles de abandonar y finalizar su escolarización
prematuramente. En algunos países, tener una discapacidad
puede reducir en más del doble las opciones de escolarización
de un niño, si se compara con los que no la tienen. En Burkina
Faso, tener una discapacidad aumenta en dos veces y media
el riesgo de que los niños no reciban educación escolar. No
es, pues, sorprendente que en muchos países los niños con
discapacidades constituyan la gran mayoría de los que no
asisten a la escuela. Por ejemplo, en Nepal, 85%de todos los
niños no escolarizados están discapacitados.
Para los niños discapacitados que consiguen ingresar en las
aulas, la calidad y la forma de escolarización que reciben – a
menudo en escuelas segregadas – puede agravar en extremo
su exclusión de la sociedad dominante y confirmar nociones
sociales preexistentes acerca de la discapacidad.
Resolver esta grave discriminación es un asunto urgente y
por varias razones. En primer lugar, negar el derecho a la
educación es robar a los niños los futuros beneficios que
conlleva la educación y la oportunidad de acceder a otros
derechos – por ejemplo, limitando las oportunidades laborales
o la participación cívica activa durante el transcurso de la
existencia. Restringe la plena participación social, exacerba la
exclusión, y limita la posibilidad de que una persona escape
de la pobreza. Demasiado a menudo, la exclusión de la clase
señala el principio de una vida de exclusión en todos los
ámbitos sociales. Ésta y otras barreras con las que tropiezan
las personas discapacitadas identifican a los que normalmente
están entre los más pobres de los pobres.
La falta de interés en educar a los niños discapacitados
también afecta las posibilidades de hacer realidad la promesa
internacional de conseguir la educación primaria universal, el
objetivo acordado mundialmente y sellado en los Objetivos de
Desarrollo del Milenio y de la Educación Para Todos. El hecho
de que la mayoría de países con ingresos bajos y medios hayan
aumentado considerablemente el acceso, hace que la distancia
entre la ‘mayoría’ escolarizada y las ‘minorías olvidadas’, se
vaya pronunciando y que deje a algunos (entre ellos millones de
niños con discapacidades) todavía más marginados, excluidos
y en la periferia social. Por ejemplo, en Bolivia, se estima
que 95% de la población entre los 6 y los 11 años de edad
están en la escuela, mientras que sólo 38% de los niños con
discapacidades lo están.
Cuando un niño con discapacidad tiene la oportunidad
de recibir educación de calidad, se le abren puertas. Esto
les capacita para garantizar otros derechos a lo largo de
toda su vida, facilitar un mejor acceso al trabajo, la salud
y otros servicios. A fin de que la educación tenga este
papel de ‘derecho capacitador’, debe ser de gran calidad,
equitativamente disponible, pensado para acabar con la
discriminación y para fomentar que cada niño dé los frutos que
su talento e intereses le permitan.
En los últimos años, los marcos de derechos humanos han
empezado a contemplar una forma de hacer realidad el derecho
a la educación de los niños con discapacidades, y a articularlo
para llevarlo a la práctica. En 2006, la Convención sobre los
Derechos de las Personas con Discapacidades (CRPD) de
la ONU, marcó un hito en este sentido. La CRPD aprobó la
educación inclusiva como mecanismo clave para realizar el
derecho a la educación de los niños con discapacidades. Los
sistemas de educación inclusiva se definen por la participación
y el aprendizaje conjunto de todos los niños en aulas generales
en sus localidades o comunidades, con independencia de
las distintas capacidades y discapacidades, con métodos de
enseñanza, materiales y entornos escolares que atiendan a
las necesidades de todos los niños y niñas. Los sistemas de
educación inclusiva se basan en un análisis de derechos, que
puede dar autonomía a los estudiantes, celebrar la diversidad,
combatir la discriminación y promover sociedades más
inclusivas. Puede ser una herramienta valiosa para solucionar
las desigualdades. También puede acabar con la discriminación
haciendo que se tambaleen actitudes y conductas muy
arraigadas; ayudándonos a todos a celebrar y abrazar la
diversidad en nuestras sociedades.
Además, la creación de sistemas de educación inclusiva es
fundamental para lograr una mejor calidad educativa y realizar
los derechos humanos de todos los niños, La educación
inclusiva pondrá más alto el listón de la calidad de los sistemas
educativos, por medio de estrategias que atiendan a los
estilos de aprendizaje evidentemente diversos de todos los
estudiantes, y que se acomoden a las necesidades específicas
de algunos de ellos. También deben servir para llegar a otros
grupos de niños marginados y para garantizar la inclusión de
todos ellos.
De todos modos, los obstáculos que afrontan a día de hoy
los niños con discapacidades para hacer realidad su derecho
a la educación siguen siendo considerables; se va definiendo
sin embargo un espacio para la acción en distintas áreas
para gobiernos, donantes y la comunidad internacional.
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